Chile y dictadura: dos películas y un corto
Hablar de dictaduras siempre es saludable, refrescar la memoria cada tanto, incorporarla en el cotidiano, traspasarla a las generaciones que vendrán y que el ejercicio de no olvidarse nunca de recordar que muchos de nosotros somos hijos y nietos hará que no se repitan actos aberrantes en pos de la paz y el progreso.
Por El Cuervo (@toyrude)
El cine es una de las herramientas más contundentes en el ejercicio de la memoria, nos muestra y nos mostrará, acercándose por lo menos un poco a la realidad de las dictaduras, sus protagonistas y sus prácticas.
Incómodas, devastadoras, denigrantes y pocas veces esperanzadoras imágenes, el cine latinoamericano supo plasmar en grandes producciones o en pequeños proyectos las dictaduras. Todo es válido para el ejercicio de la memoria, para contar historias muchas veces vedadas por mundiales, programas vacíos de contenidos y telenovelas en horarios estelares.
Ya no recuerdo hace cuánto de esto o qué numero de visita era a la casa de Agu Netto (realizador paraguayo). Con el tiempo se hizo habitual para mi suerte. Ahí se hablaba de cine de todos los géneros, desde superhéroes hasta lo mas under de lo under. Al final de la jornada nos intercambiábamos películas, recomendaciones y una que otra “técnica” para conseguir alguna sin la bendición todavía en aquel entonces de las plataformas de streaming.
De una de aquellas visitas e intercambio aparece una de entre tantas y cuyo director pasaría a llamar mi atención con cada película, Pablo Larraín.
“Post Mortem” (2010) – de Pablo Larraín
“Post Mortem” es pesada, lenta, con pistas que hay que seguir para no perderse. Ambientada de una forma tal que funciona a la perfección a cada minuto de la historia de un médico forense solitario en los momentos más crudos de la dictadura en Chile. Interpretado por un actor que su aparición sería constante en las producciones de Larraín: Alfredo Castro, con su imagen casi fantasmal, inexpresivo, que por momentos incomoda será el que nos guíe en esta historia.
La “sutileza” de las imágenes deja al espectador que descifre el post de lo acontecido, elemento que juega con la imaginación y nos hace partícipe. Sórdidos pasillos de hospitales tomados por los militares donde amontonan los cuerpos de los “subversivos”, camillas apilonadas y camiones descargando más y más cuerpos, nos deja dimensionar solo un poco lo aberrante y lo cruel de la dictadura chilena.
Ya casi al final, un acontecimiento que termina de dejarnos perplejos, la estocada final, nadie dice nada, solo ordenes que cumplir y todos y todas sabemos de quién se trata ese cuerpo inerte en aquella fría camilla.
¿Dónde ver? Filmin y Prime Video.
“Bestia” (2021) – de Hugo Covarrubias
Incómoda, cruda y siniestra, “Bestia” es un corto animado que expone las prácticas de tortura de la agente secreta de la dictadura en Chile Ingrid Olderock. Entre las sesiones de tortura y su vida “normal” cotidiana el corto nos hace espectadores de lo que esta mujer sin ningún tipo de tapujos realiza.
Ya al ser del género animación y que los personajes estén hechos como de porcelana, más el trabajo sonoro del corto, acentúan esa sensación de incomodidad.
No se dejen engañar por “Bestia”, concebida como “un corto animado” quita eso real y te sumerge en una ficción bien construida que por momentos te atrapa por su genialidad en todos sus detalles. Con una nominación al Óscar en 2022 como mejor corto animado, nos deja abrumados con su atmosfera tétrica y con eso implícito de lo que no se muestra pero sabemos lo que ella está haciendo con sus víctimas.
¿Dónde ver? Apple TV.
“El Conde” (2023) – Pablo Larraín
En el 2023 Pablo Larraín se despacha con una sátira y en blanco y negro, donde retrata a un Augusto Pinochet vampiro, anciano y en decadencia. La historia no se aleja de las historias de vampiros con algunos elementos infaltables, con la salvedad de que en esta ocasión todos sabemos quién es el chupasangre.
Visualmente magistral en todos los sentidos, el uso del blanco y negro y los paisajes donde habita el ahora vampiro dictador, que aquí no existe un castillo en lo alto de una montaña, si no un paraje alejado de la ciudad de donde cada noche sale a buscar lo que le mantiene vivo, hacen del escenario perfecto y tétrico del filme.
Larraín vuelve sobre un actor que ya forma parte de su filmografía: Alfredo Castro en el papel del fiel sirviente del dictador, oscuro como el papel lo requiere. Las imágenes del vampiro dictador encarnado por el actor Jaime Vadell sobrevolando la ciudad, un Chile en todo su esplendor y por el tratamiento del blanco y negro, da la impresión de estar presenciando un cuento en algún momento distópico de la historia.
“El Conde”, por momentos no se hace fácil, pero entretiene, es otra forma del ejercicio de la memoria y ¿qué más contundete que personificar a un dictador como un vampiro?
¿Dónde ver? Netflix.
Nunca va a ser fácil ver el cine sobre dictadura, sea del genero que sea. Da rabia, incomoda, despierta sentimientos encontrados, pero también genera el análisis y la crítica y autocrítica de qué tanto sabemos de nuestra historia, de nuestras historias de dictaduras. Es urgente y necesario el ejercicio de la memoria para que la dictaduras no se conviertan en historias que traspasar. Ese ejercicio de la memoria es para saber de dónde venimos, cómo estamos y hacia dónde vamos.